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“GHB la droga que facilita la violación”.


El 14 de junio de 2018 le cambió la vida para siempre. Su último recuerdo era estar en una comida de trabajo con el que en ese momento era su “Jefe”. Nueve horas después despertó en la madrugada completamente desnuda, completamente desorientada. ¿Qué hacemos aquí? ¿Por qué estamos aquí? preguntó al despertarse desconcertada. Su agresor le respondió agresivamente “Pues si fue tu idea, o qué ¿ya no te acuerdas?” El mundo se le paralizó, se quedó sin palabras. Estaba en un motel de paso a un costado sobre la carretera.

Le tomó tres días entender lo que le había sucedido. Fue hasta que habló con una abogada que comenzó a reconocerse como víctima de abuso sexual. Estaba muy molesta, ella no quería que la llamaran víctima. No se iba a permitir ser la víctima de nadie y a su agresor lo iba a enfrentar con la cabeza en alto. Fue la promesa que le hizo su abogada.

Todo cambió cuando decidió presentar la denuncia. La soledad que sintió al verse sola, indefensa y a expensas de las autoridades, ahí fue que entendió lo que es ser víctima.

Un mes después del evento comenzó el doloroso proceso de denunciar el abuso y buscar justicia. Se topó con un interminable cuestionario de porqués. ¿Por qué dijo esto? ¿Por qué hizo esto? ¿Por qué no dijo esto? ¿Por qué no hizo aquello? Ella no tenía respuestas a esas preguntas, ella sólo sabía repetir y repetir una y otra vez la misma historia: cómo llegó a ese trabajo y cómo llegó ese día a esa comida. Era la víctima, pero para las autoridades ella era la responsable de contestar y calmar todas sus inquietudes.

Pasó meses sin dormir, semanas sin comer, sin sonreír, ¡sin llorar! sin cumplir con las expectativas que los ministerios públicos tienen de cómo actúan las víctimas. Si va a presentar la denuncia dignamente arreglada como una forma de sentirse mínimamente segura y salvaguardar la poca dignidad que le queda, se ve mal a los ojos de los funcionarios. Para quienes deben procurar justicia a las víctimas, lo importante es cómo se ve, cómo se viste, cómo vive su vida sexual y cómo actúa. Presentar una denuncia es exponerse al escrutinio de gente insensible, sin criterio, poco educada y muy poco preparada. No importa que hayan pasado más de tres semanas desde que ocurrió el evento, la víctima tiene que acceder a hacerse un examen con la médico legista porque “si no se ve mal, como que no quieres cooperar”.

Ni hablar del dictamen pericial, en una entrevista de aproximadamente 2 horas la “experta” debe determinar el nivel de afectación de la víctima para que entonces el ministerio público pueda fundamentarse al juez que hay que otorgar una orden de aprehensión. La denunciante en este caso, no pasó la prueba y por lo tanto, no obtuvo justicia.

No es posible determinar si con posterioridad podría presentar alteraciones psicológicas con base a lo denunciado. Ya que a pesar de que la valorada refiera y describa el posible evento, no es posible y ser contundente en que se hallaran o se detectaran alteraciones psicológicas por el posible suceso denunciado, ya que la evaluada cuando describe los hechos que se denuncian comenta, no haber estado consciente durante la posible agresión sexual.”

En México es cada vez más común escuchar historias de mujeres y hombres que recuerdan haber estado en un bar o una fiesta tomando y de pronto encontrarse en un lugar completamente desconocido en una situación vulnerable, de peligro, sin entender cómo o porqué es que llegaron ahí.

Han pasado más de 15 años desde que se dieron a conocer este tipo de delitos y al día de hoy la solución para los legisladores: proponer penas más altas para castigar a quienes usen narcóticos para cometer delitos sexuales.

¿De qué sirve proponer penas más altas para quienes cometan este tipo de delitos si en el proceso de denuncia las víctimas se topan con pared y no llegan a un proceso, mucho menos a una sentencia condenatoria?

Se requiere de una reforma integral que permita a las víctimas a acceder a servicios médicos, a contar con apoyo psicológico, a denunciar sin que el proceso se convierta en un infierno en el que se denigre a las víctimas, así como a sus familiares.

AYÚDANOS A COMBATIR ESTE TIPO DE DELITOS.



DATOS DUROS:


Entre julio y diciembre de 2019, el 99.7% de los casos de violencia sexual que sufrieron mujeres mayores de 18 años no fueron denunciados.**


Cuatro de cada diez mujeres mayores de 18 años sufrieron algún tipo de violencia sexual.



** FUENTE:

México Evalúa, usando datos de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU), 2019.


La Ciudad de México acumula 327 feminicidios en los últimos seis años; 67 de ellos fueron cometidos en 2020.


Entre 10 y 11 mujeres son asesinadas cada día en México, de acuerdo con la ONU.


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